martes, 3 de diciembre de 2013

Breve historia de las emociones

Cuando una persona que adora pasar grandes momentos escribiendo (ya sea historias ficticias, diarios personales o locuras), se da cuenta de que lleva mucho tiempo sin tocar un lápiz, los síntomas de su problema son evidentes y se están manifestando. Es una manera muy sencilla de ver que algo va mal.

En mi caso, la falta de inspiración, el vacío espiritual que conlleva la pérdida de la costumbre de gastar ríos de tinta en plasmar impresiones es un síntoma de que algo en mi interior está fallando. Digamos que son períodos que yo denomino "Edad Media Emocional", el oscurantismo del alma. Se pueden deber a muy variados factores, que pueden mezclarse causando bombas explosivas de aflicción. Afortunadamente, no se suelen manifestar en demasiadas ocasiones, pero cuando ocurren, la fortaleza sentimental que rodea el castillo de los sentimientos me impide ver las cosas con claridad. Cuando, de manera paulatina, los relatos dejan de flotar por mi mente (sobre todo dejan de visitarme a las altas horas de la madrugada), y mis dedos dejan de sentir las ganas de vaciar el torrente de ideas que bailotea en las profundidades de mis conexiones neuronales, caigo en la cuenta de que es la manifestación más evidente de que una época de Edad Media Emocional está acechando. Afortunadamente, esta desdicha me ayuda a ver que tengo que plantearme el rumbo de mi rutina y de mi existencia, y empleo todas mis fuerzas para escribir, aunque mis ocurrencias, latentes, estén secuestradas en un pozo rodeado de silencio.  Poco a poco las poderosas murallas que atrincheran mis emociones se van desvaneciendo, y las palabras van fluyendo a través de las teclas y los bolígrafos, cargadas de significados profundos y revolucionarios. Cuando consigo vencer estos impedimentos, y me desahogo de una manera muy intensa a través de los montones de furiosas páginas, recojo mi aliento y comienzo a leer el torbellino de ideas expulsadas del agujero negro formado alrededor de mi espíritu. Con una gran psicología inherente a la capacidad de desahogo que implica soltar la carga de frustraciones y preocupaciones durante los folios que he ocupado, me examino a mí misma, como si estuviese en un espejo que consiguiese atravesar las fronteras y las aduanas de mi alma. Sonrío, la revolución se está acercando. Consigo ver con claridad mis verdaderos problemas, las palabras son como soldados que vencen a los peores enemigos que habitan en mi conciencia. La paz y la tranquilidad vuelven a instalarse en mi cabecita, el río de las ideas vuelve a inundar su cauce y desemboca en mis escritos. La revolución ha derrocado a la Edad Oscura, las ganas de escribir vuelven a sacudirme... y sin quererlo ni beberlo, he solucionado todos mis problemas, ya que cuando vuelvo a escribir (aunque sean simples tonterías, de gustos no hay nada escrito), significa que las manchas que cubrían mi imaginación han desaparecido, ya no bloquean mis ocurrencias... Vuelvo al Renacimiento de las ideas.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Dedicado a la compañía de la soledad

Creo que la soledad está infravalorada. Es cierto que somos seres diseñados para sobrevivir en una sociedad, pero como ningún tipo de colectivo humano es perfecto... Hay veces que es mejor huir de las compañías y refugiarse en la sensación de encontrarse en un lugar solitario. Nuestra propio sistema societario es muy individualista, grupal pero egoísta. Yo me refiero al placer de pasar horas a gusto con la retahíla de los pensamientos. O con la música o con un buen libro. Pienso que hay personas que no saben estar bien en su propia compañía.

Estar solo significa conocerse a uno mismo, disfrutar de lo que quieres hacer sin necesitar el consenso de más personas para realizar actividades. O simplemente estar tumbado en el sofá, pero no tener que lidiar con nadie para poner un canal en la televisión o luchar contra el murmullo de las conversaciones para poder encontrar el silencio. La soledad como placer, no como un concepto negativo que mucha gente lo enlaza directamente con "no tener amigos" o con "un tipo bastante huraño e introvertido". La soledad entendida como un triunfo, no como alguien que haya caído en desgracia. La soledad como un ejercicio que necesita mucho entrenamiento, y con el que descubres tu personalidad y aprovechas para organizar sentimientos, disfrutar de un segundo en concreto, saborear la paz interior.. Si aplicas la constancia, salen a relucir muchos beneficios. Es muy importante rodearse de buenos amigos, visitar a tus familiares, pero para establecerte en la mejor compañía y enamorarte algún día es imprescindible saber amar también la soledad.